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Cuando amaneció el 28 de junio de 1914, el mundo no imaginaba que ese día cambiaría la Historia. El asesinato en Sarajevo del archiduque Francisco Fernando de Austria provocó un efecto dominó en todas las potencias, que acabó con el estallido de la Gran Guerra. El 2 de agosto aparecía publicado en ABC un dibujo en el que los líderes mundiales bailan cogidos de la mano una danza de alianzas. Está firmado por Sileno, el gran caricaturista político español, al que el Museo ABC le dedica una exposición, «Tambores de guerra», centrada en su monumental crónica ilustrada de la I Guerra Mundial. No pisó el campo de batalla, pero desde la retaguardia, armado con una pluma (muy afilada, por cierto), supo dibujar como pocos esa otra guerra (más geopolítica que histórica) que se libró en los despachos de los Gobiernos de los países combatientes.

España vio los toros desde la barrera. Así dibujó Sileno la decisión del Gobierno de Eduardo Dato de mantener la neutralidad. El humor de Sileno, en cambio, fue casi neutral. Como explica el comisario de la exposición, Víctor Zarza, se le acusó de ser germanófilo y abiertamente anglofóbico. Sus filias y fobias se advierten entre líneas en sus ilustraciones. La mayoría de las veces, de forma sutil, velada. Y es que sus críticas, siempre ácidas, eran muy inteligentes. «Fue un hombre culto. Tenía un sentido del humor muy fino y agudo. A menudo utiliza la parodia», añade Zarza.

e los más de 3.700 dibujos de Sileno que atesora la Colección del Museo ABC, 540 están centrados en la I Guerra Mundial. Para esta muestra se han seleccionado 90. Aborda en ellos los hechos más trascendentales de la contienda, como las batallas de Verdún, Dardanelos y el Somme (el viernes se conmemora el centenario del comienzo de esta última, una de las más largas y sangrientas), el desembarco de Galípoli, la entrada de Estados Unidos... La I Guerra Mundial dejó un terrible saldo: unos 10 millones de soldados y siete millones de civiles perdieron la vida. Pero la muerte apenas se asoma en los dibujos de Sileno (tampoco hay sangre, ni bayonetas). Solo aparece en diez. El más sobrecogedor, uno publicado el 27 de marzo de 1916 sobre la Batalla de Verdún. En él su personaje más popular, Gedeón, se quita el sombrero y contempla emocionado un campo sembrado de muertos.

Este Pepito Grillo pícaro y bonachón da nombre a una revista que se gestó, como cuenta Víctor Zarza, en 1895 en una tertulia de periodistas que solía reunirse en la cervecería La Iberia, en la madrileña Carrera de San Jerónimo. Nació como semanario satírico. Se autoproclamaba «el periódico de menos circulación de España». Acabó siendo un suplemento de ABC de tres páginas. Para dar vida a Gedeón, Sileno se inspiró en el cerillero de La Iberia. Le puso barriga cervecera y una nariz prominente. Ocultaba su calva con un sombrero, vestía levita y llevaba bastón. Solía disfrazarlo. Zarza lo ve «como un antecedente del popular Mortadelo de Ibáñez». Años más tarde Sileno fundaría una nueva publicación satírica, «Buen Humor», donde colaboraron nombres como Jardiel Poncela, Tono, Mihura, Neville, los hermanos López Rubio... y de la que fue heredera «La Codorniz».

Narró Sileno la Gran Guerra publicando una o dos viñetas religiosamente cada semana tanto en ABC como en Blanco y Negro, donde colaboró, intermitentemente, desde 1893 hasta 1939. Es una de sus señas de identidad, junto a nombres como Mingote, Xaudaró, Eulogio Varela, Enrique Climent, Méndez Bringa... Como curiosidad, en el ABC republicano tres de sus viñetas fueron manipuladas: cambiaron su texto por otro. Para la directora del Museo ABC, Inmaculada Corcho, esta exposición «nos descubre a un maestro del dibujo y a un gran caricaturista político, uno de los grandes maestros que renovaron la ilustración española».

Dardos contra Inglaterra
Sus dardos envenenados apuntan especialmente a una diana: Inglaterra. La dibuja como una mano en cuyos dedos aparecen los dirigentes de las potencias aliadas como si fueran títeres manejados por ella. En otra viñeta retrata a John Bull (personificación nacional del Reino Unido en el humor gráfico político) como el Hamlet shakespereano, solo que en vez de calavera porta en su mano la bola del mundo. Y en una tercera, demoledora, un fusilero inglés posa sonriente con una pipa en la boca y apoyado en su arma. Tras él, dos muertos con los carteles de traidor y desleal. Sileno contaba así el alzamiento en 1916 de unos paramilitares independentistas de Irlanda contra el Gobierno británico y la reacción de éste al intento de crear la República irlandesa. ¿Cómo dibujaría hoy el triunfo del Brexit?

Hombre entreguerras (nació poco antes de que estallase la Guerra Franco-Prusiana y murió en plena II Guerra Mundial), también analiza en sus viñetas otros asuntos colaterales de la contienda, como el bloqueo económico y la guerra de propaganda. Ejemplo de esta última, un curiosísimo dibujo en el que se están peleando un soldado ruso y otro alemán. Sileno lo firmó arriba y abajo con el objetivo de que se pudiera exhibir de dos formas: dando la vuelta al dibujo, el ganador era uno u otro. Además, utiliza muchas alegorías, como si fueran fábulas: a cada país atribuye un animal.

Sobre las peculiaridades del estilo de Sileno, comenta el comisario que su dibujo «es sintético, expresivo y dinámico». Nada fue ajeno a las irónicas observaciones y comentarios críticos de Sileno. Aunque sus caricaturas políticas ensombrecieron el resto de su trabajo, su carrera fue mucho más amplia: también abordó la ilustración de textos literarios, realizó escenas costumbristas, siluetas negras... Veinte obras dan buena fe de su trayectoria en la exposición.

La muestra cuenta con la colaboración del Gobierno de Flandes y el Museo de Brujas, que ha cedido una docena de fotografías tomadas por Arthur Bruselle y los hermanos Maurice y Robert Antony entre 1918 y 1921 de un Flandes en ruinas. Los antiguos negativos en vidrio han sido digitalizados por Carl de Keyzer, fotógrafo de Magnum.

En un dibujo publicado el 10 de noviembre de 1918, Sileno ilustra el fin de la Gran Guerra con un puzle en el que se trata de recomponer a la vieja Europa destrozada. Fue una guerra, advierte Víctor Zarza, que todos perdieron en mayor o menor medida. La guerra que nadie supo ganar.

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