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Dos rectángulos azules flanqueados por dos paredes acogen una cama, un armario y una mesita. El dibujo titulado Chambre (2012) es el claustrofóbico dormitorio de Anne-Marie Schneider (Chauny, Francia, 1962), la artista francesa a la que el Reina Sofía dedica su primera retrospectiva en España. Integrada por 250 piezas entre dibujos, pinturas y películas, la exposición es un inquietante recorrido cronológico por una obra que se mueve entre el humor negro, la crítica y el absurdo. La muestra se podrá ver hasta el 20 de marzo.


De Anne-Marie Schneider se saben muy pocas cosas más allá de que es violinista de formación y de que vive en algún lugar de Francia en el que sigue trabajando cada día en soledad. Nunca participa en actos públicos ni concede entrevistas. Manuel Borja-Villel, director del museo y comisario de la exposición, asegura que aunque no se ha personado en el museo, el contacto telefónico ha sido frecuente para que la artista conociera al detalle la manera en la que su obra iba a ser expuesta.

Y es en el recorrido por la amplia exposición donde se pueden encontrar elementos autobiográficos de la artista. Los dibujos aparentemente básicos y casi infantiles hechos con carboncillo, tinta o acuarela y las pinturas cargadas de materia recogen sus angustias y obsesiones, en un claro reflejo de sus propias palabras: “Trabajo con la conciencia y la inconsciencia al mismo tiempo mientras creo”. Lo mismo ocurre con sus películas. En una de las cuatro que se proyectan, Mariage (2003), a modo de diario animado, habla de la soledad, del matrimonio y de la maternidad.
Borja-Villel explica que toda la obra de esta artista tiene numerosas lecturas. “La apariencia de sus dibujos es primitiva, pero sus referencias están en literatura de Franz Kafka y Virginia Woolf. A partir de una tabla de planchar, por ejemplo, nos lleva a las reflexiones más altas. La sucesión de las imágenes de sus dibujos y viñetas son en realidad un recorrido por mundos que tienen que ver con Goya, Louise Bourgeois o Philip Guston”.

Pero las reflexiones vinculadas a la literatura no son lo único que preocupa a Anne-Marie Schneider. Por más que intente vivir alejada del mundo, hay algunos sucesos que le han impactado de tal manera que no ha podido resistirse a tratarlos en sus cuadernos. Es el caso del desalojo policial de un numeroso grupo de sin papeles en la iglesia parisina de Saint-Bernard en 1996. Impresionada, Schneider realizó una veintena de dibujos al carbón con impactantes imágenes cargadas de realismo en la que se puede ver como los policías expulsan a los refugiados como si fueran muñecos de trapo, como les pisotean con sus enormes botas, como arrastran las maletas o como uno le aproxima una pistola a la cabeza a un migrante. Con esta serie, expuesta en la Documenta X de Kassel (1997), la artista rompió con el universo intimista que hasta entonces había protagonizado su obra de manera exclusiva.

Otra parte importante de la exposición está dedicada a los cuentos, parábolas y fábulas sin moraleja que más le gustan a la artista. Con la recreación de La Bella y la Bestia, Schneider se adentró en el mundo del color con cuadros pintados hasta los bordes con gruesas capas de pintura de los colores más llamativos. “Le interesan las fábulas”, advierte el comisario, “pero sin moralejas. En esta serie ha reinterpretado el cuento popular desde su versión más horrible y tormentosa. La cantidad de pigmento es como la cantidad de piel con la que ella quiere impregnar sus historias”.

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