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"Hay pocas mujeres historietistas". "Las mujeres no saben dibujar autos". "Las mujeres solo pueden dibujar autobiografía". "Las mujeres no saben ser amigas". "Dibujás bien porque dibujás como un hombre". Todas estas frases han sido escuchadas alguna vez por las integrantes del colectivo internacional de historietistas Chicks on Comics: Joris Basbacker, Clara Lagos, Delius, Julia Homersham, Maartje Schalkx, Powerpaola y Sole Otero. De tanto repetirlas, muchas se han convertido en mitos que ellas cuestionan y que día a día, con sus lápices, no hacen más que derribar. Después de ocho años de trabajo conjunto, toman ahora las paredes de la Fundación Proa de Buenos Aires para exponer A long distance relationship, diálogos entre el cómic y las artes. Viñetas con altas dosis de humor, crítica y reflexión realizadas desde los dos lados del Atlántico.

La supuestamente escasa representación femenina en la creación de cómics queda en entredicho desde la línea del tiempo que abre la muestra. En ella hay dibujados los nombres de más de un centenar de historietistas argentinas, que durante años quedaron opacadas tras seudónimos, trabajos compartidos o sin firma, y de las que Otero, Delius y Lagos —las tres argentinas del grupo— son herederas.

Otero invita a reflexionar sobre esa histórica invisibilización en Anónima. En una narración animada, hecha a base de gifs, dos personas observan el retrato de una monja de clausura. ¿Tiene sentido atribuir ese cuadro anónimo a un pintor externo al convento conocidas las rígidas reglas que regían en ellos? "Creo que hay un montón de cosas anónimas en los museos que las hicieron mujeres, pero hay algo en la cabeza de pensar siempre que las hicieron los hombres. Y no pasa solo con las mujeres, en realidad todas las minorías no han tenido voz a lo largo de la historia", comenta esta creadora argentina frente a su obra.

La colombiana Powerpaola, residente en Buenos Aires desde hace cinco años, las saca a la luz. A lo largo de cuatro meses quedó con 48 artistas que viven en la ciudad para conversar sobre qué es el arte y dibujó a cada una de ellas en bolígrafo en una hoja de un cuaderno Muji. "Son 48 retratos delivery", bromea. "Fueron todas muy inspiradoras. Siempre nos hicieron pensar que la idea de mujer es una sola cosa, que la idea del arte era una sola y una se da cuenta de que hay miles de formas de pensar", agrega.

Delius investigó y dibujó una conversación surgida de preguntarse por qué no podemos vivir sin música. El hermoso diálogo nace con un mito persa sobre la creación de la música, atraviesa la prehistoria, las culturas antiguas, la aparición de la música clásica, las tecnologías que la metieron en todos los hogares, los Beatles, las últimas décadas y la reciente revolución del streaming. "Hay música accesible para todo el mundo, pero mucha es mala, porque las grandes industrias deciden lo que se escucha", opina Delius.

Las viñetas de Lagos se impregnan de su gran sentido del humor. Usó la pared como una hoja en blanco para recrear uno de los espacios más improbables para la danza, el andén de las abarrotadas estaciones de subte de Buenos Aires. "La coreógrafa alemana Pina Bauch dijo 'Bailemos, bailemos, sino estamos perdidos' y yo me pregunté si alguien podía bailar en la espera del subte", cuenta frente a su historieta. Para su sorpresa, meses después de haberla imaginado, encontró a la protagonista de su tira cómica.

La historia de la neozelandesa Homersham da vida a algunas de las esculturas más famosas de la historia universal y las desacraliza durante la visita delirante a un museo imaginario custodiado por estatuas de la isla de Pascua. La holandesa Schalkx expone algunas pancartas en tela vinculadas a las manifestaciones de los últimos años en su ciudad de acogida, Londres, y Basbacker completa la muestra con la recuperación de un grupo de divertidas artistas inglesas de finales del siglo XIX.

Ocho años de relación a distancia

"Llevamos ocho años trabajando y cada vez que aparece un nuevo desafío nos lanzamos como un salto al abismo", comenta Powerpaola sobre la primera muestra de Chicks on Comics en un centro de arte contemporáneo. Powerpaola fundó el grupo tras una serie de desencuentros con Basbacker. No coincidieron en Argentina, tampoco en Colombia y cuando se conocieron en España decidieron crear el grupo, que ha crecido y se ha achicado en estos años, pero mantiene el espíritu original de esa relación a distancia: abrir un diálogo entre historietistas de distintos países y dejar que se ramifique en cualquier dirección.

Las diferencias culturales han alimentado al colectivo desde sus inicios y volvieron a surgir durante la exposición, que fue posible gracias al Mecenazgo cultural de Buenos Aires. "¿Como explicás a alguien que vive en Berlín que la plata del Mecenazgo vale una cosa cuando te dicen que la has ganado y otra cuando finalmente te la dan?", señala Delius, en referencia a la desbocada inflación argentina, del 40% anual. También les costó hacer entender a sus compañeras europeas que la exposición se retrasaba porque un cuadro de la muestra precedente, del ruso Kazimir Malevich, fue parado en la aduana. "We're in Argentina" ("Estamos en Argentina"), resumen entre risas las entrevistadas.

En esos ocho años han visto cómo las nuevas tecnologías facilitaban la comunicación y la exploración de nuevas técnicas y, paralelamente, cómo se desdibujaban las tradicionales diferencias entre géneros. "Los varones empiezan a dibujar pañales y a narrar los avatares domésticos mientras que las mujeres entran y salen de la casa", escribe Judith Gociol en el prólogo de la muestra. Muchas se colarán en Proa el próximo febrero, entre ellas las cerca de 150 guest chicks que participarán con historietas mudas para el fanzine a la carta, que cada visitante podrá armar en papel con sus cinco favoritas o descargárselo entero en Internet. Muchas de las voces de la cada vez más grande familia de creadoras reunidas, una respuesta a quienes aún cuestionan si hay mujeres historietistas.

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