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La peor pesadilla de Dave McKean está en la portada del periódico. De uno cualquiera, reciente, sin importar la fecha. «Es esa sustitución deliberada de evidencia, investigación, reputación y empatía por fe, deshonestidad, populismo y prejuicios», detalla el historietista inglés (Maidenhead, 1963). «La realidad se ha convertido simplemente en algo que se manipula para conseguir un resultado. Eso es muy peligroso, y la razón principal por la que he perdido el interés en la fantasía».

McKean, uno de los grandes renovadores del cómic y el genio que firmó las fantasmagóricas portadas de la serie The Sandman para su compadre Neil Gaiman, no se asusta fácilmente. Hace 25 años enjauló muchas de sus inquietudes en Cages, una novela gráfica largo tiempo descatalogada en España que ahora se presenta en una edición conmemorativa y con introducción de Terry Gilliam.

«Después de lo que pasó con Salman Rushdie [fue amenazado de muerte tras publicar Los versos satánicos] sentí que tenía que decir algo para reivindicar la libertad de la imaginación y criticar una visión del mundo basada en la fe», contextualiza así McKean una obra que bebe del Génesis y permite un primer acercamiento al mundo gótico-surrealista de sus viñetas, collages, carátulas de discos y películas (de Coraline a La máscara de los sueños). 

Entonces, a mediados de los 90, Cages era una rareza frente a los tebeos americanos de tipos con capa y poderes tremendos. «La cultura popular puede ser feliz con las mismas tonterías de superhéroes una y otra vez, en cómic o grandes producciones de cine. Pero hay muchas más cosas». Él mismo se probó en el género con Batman: Arkham Asylum, una de las tramas más perturbadoras -y aclamadas- del hombre murciélago. No repitió. Una vez dijo que si se hubiera dedicado sólo a dibujar superhéroes, se habría vuelto loco.

Además de la prensa, hay otra cosa que aterra a McKean: la victoria del Brexit. «Fue muy decepcionante», reconoce. «Estoy acostumbrado a que mi partido no entre en el gobierno o que mi diputado local no sea elegido, pero siempre sentí que al margen de si uno estaba a la derecha o a la izquierda había un amplio consenso en el centro de la vida británica. Ya no, y esa decepción y amargura ha empapado la novela gráfica en la que estoy trabajando». 

Theresa May, la primera ministra británica, entró en el Parlamento en representación de Maidenhead. La cuna de McKean. Pues eso: miedo.

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