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El día más largo del futuro es un cómic de ciencia ficción, sí, pero de ciencia ficción escapista; de la más barata y naif que puedas imaginar. En la historia enebrada por Varela, hay oficinistas envueltos en situaciones extraordinarias, robots asesinos que se entretienen con el vuelo de una mosca, y dos bandos que hacen lo único que dos bandos saben hacer entre sí.

Enfrentarse en una lucha fraticida, claro.

'El día más largo del futuro' es un cómic de ciencia ficción, sí, pero de ciencia ficción escapista; de la más barata y naif que puedas imaginar
El día más largo del futuro tiene, aun y así, la inocencia del niño que, en lugar de jugar a fútbol, dedica el patio a quedarse en un rincón dibujando marcianos y cohetes espaciales. La apariencia sencilla del relato esconde, bajo piel su piel escamosa, y pese a su falta de palabras, un tono muy similar Guía del autoestopista galáctico y otras obras de Douglas Adams.

Ética y estéticamente, hablando propiamente de cómics con los que entronca El día más largo del futuro, Lucas Varela parece tomar inspiración de otro autor de habla hispana: Albert Monteys. Monteys, con Calavera Lunar y Karlitos Fax antes, y con el cómic digital Universo ahora, ha consolidado su buen hacer en un subgénero tan complicado como es la sci-fi de poso (tragi)cómico. Con este nuevo cómic, Varela logra, en forma y fondo, adscribirse a dicha tradición.

En este cómic, como ocurría en Pulp Fiction, una misteriosa maleta servirá de mcguffin; de excusa argumental, para crear una historia episódica en la que, también como en Pulp Fiction, los personajes se irán cruzando unos con otros. Pese a todo, El día más largo del futuro no podría tener un desarrollo más diáfano: su estilo de línea clara, al más puro estilo Tintín, es tan limpio y depurado que nada tiene que envidiar al de Hergé; al de Max.

La disposición de página, repetitiva, regular, es mancillada en ocasiones por Varela, que incluye ex abruptos gráficos en forma de, por ejemplo, viñetas circulares. La lectura, del cómic, por lo demás, se hace de forma tan mecánica que El día más largo del futuro, pese a sus 140 páginas y a la paradoja que supone, corre el riesgo de hacérsenos muy corto.

Eso último era tanto una alago como una amenaza: el imaginario que desarrolla Varela en este cómic, los potenciales de su cartografía, hace que se imponga, al menos en el terreno moral, la necesidad de expandir y ampliar este universo en una secuela. Bastaría con tomar aquella maleta, coprotagonista incluso de la cubierta del cómic, y abrirla de nuevo.

Quizás pasaría lo que con esta novela gráfica: lo último que querrás es cerrarla.

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