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Cuando murió su padre y nació su hijo, el dibujante Miguel Francisco (Badalona, 1968), única intersección entre ambos, sintió que la vida era demasiado miserable si todo lo acumulado por su padre no podría llegar a su hijo. Así forjó Espacios en blanco (Astiberri), un cómic autobiográfico que sacó adelante en los recreos de su trabajo como diseñador de personajes de videojuego (Angry Birds, Best Friends). Vive en Helsinki, donde encontró una oportunidad, un hijo y el frío.


¿Qué hace un mediterráneo en Helsinki? Pasar frío por supuesto y, entre tiritón y tiritón, trabajo como diseñador de personajes para Seriously, una empresa de juegos de Helsinki donde estoy haciendo los personajes del juego Best Fiends. Vivo en una casa de madera con mi hijo y me quito horas de sueño para hacer cómics y otros proyectos que van apareciendo.


¿Se dibuja mejor con frío? No se dibuja mejor, pero estás más tiempo en casa para evitar 20 grados bajo cero. Te ves dibujando más horas porque no puedes ir de tapas, primero porque no hay y segundo porque te congelas en la parada del autobús.

¿Para vivir de la cultura: España o Finlandia? Para vivir de las ayudas a la cultura, desde luego Finlandia. Para vivir la cultura, para mí, y quizás sea muy subjetivo y desde la visión del inmigrante, España.

¿Quién o qué le hizo dibujante? Me empujó a dibujar la soledad por la enfermedad y por lo divertido que era inventar mundos y personajes y soñar aventuras... por jugar en definitiva. Un poco más mayor ya, me hizo dibujante la inercia y continué en esta profesión para seguir sintiendo, muy de vez en cuando, la misma sensación que tenía de crío cuando dibujaba piratas y pistoleros en el suelo de mi habitación. Y no es fácil conseguirla.

¿Qué tiene en su mesilla de noche: libros o pantallas? Ambos. No me gusta leer en digital, pero desde que vivo en Helsinki he tenido que acostumbrarme. Es más sencillo y rápido comprar libros que me interesan y que son totalmente imposibles de encontrar en Helsinki, que pedirlos a alguna librería en España y esperar a que lleguen por correo. Aún así, lo hago, pero la mayoría de veces no tengo la paciencia suficiente y acabo cayendo en el digital. Ahora tengo, en digital y en la mesilla, No llorar, de Lydie Salvayre, y en papel, Rabos de lagartija, de Juan Marsé.

¿Cuál ha sido el último libro que le ha gustado? Cielos de barro, de Dulce Chacón.

Cite su santa trinidad del cómic. Will Eisner, Hugo Pratt y Moebius, probablemente, aunque como no tengo nada de católico, creo que más que santísima trinidad tengo un panteón de dioses en los que entran desde Carlos Giménez a Josep M. Beá o de Franquín a Spiegelman. Está lleno de dioses este mundo del tebeo.

Su videojuego favorito. Debe parecer raro esto porque pago mi alquiler trabajando para videojuegos, pero no juego a ninguno. Hace bastantes años que me empezaron a aburrir y tuve una sensación terrible de pérdida de tiempo cuando jugaba, así que los dejé a un lado sin más y uso ese tiempo para hacer otras cosas. Sigo el arte que se hace para juegos esos sí. Los diseños de Yoshitaka Amano para Final Fantasy, Takayoshi Sato en Silent Hill o Aymeric Kevin para Rayman me parecen geniales aunque no juegue.

¿Qué cómic detesta? Ninguno. Hay cómics que me gustan más y otros menos, pero no detesto ninguno. Cualquier dibujante que tiene los suficientes redanyos para sentarse delante de una mesa y hacer un cómic ya me merece un inmenso respeto. Lo que no me gusta simplemente no lo leo.

Si no fuera lo que es, ¿qué le gustaría ser? John Silver el Largo, ¡por supuesto!

¿Qué está socialmente sobrevalorado? En mi opinión el dinero, la fama, la falsa aceptación social, la belleza física, las opiniones de ciertos personajes y medios de comunicación... vivimos en una sociedad tan superficial y mediática que la lista de cosas sobrevaloradas sería larga, muy larga.

¿Qué encargo no aceptaría jamás? La vida y las decisiones personales te ponen a veces en situaciones muy jodidas en las que has de aceptar trabajos simplemente para cubrir necesidades básicas, pero por ahora nunca me he visto obligado a aceptar encargos de corte racista, fascista o discriminatorio. Espero no verme obligado a hacerlo nunca. (dedos cruzados)

¿Por qué ha necesitado contar su autobiografía? Era una historia que llevaba rondando mi cabeza desde hacía tiempo y que, al llegar a Finlandia, quizás por el distanciamiento, más mental que físico, se empezó a concretar en algo que ha acabado siendo autobiográfico sin pretenderlo. El punto de inflexión fue el nacimiento de mi hijo y la muerte de mi padre, algo que me hizo poner los pies en el suelo de repente y que me hizo sentirme en una cola vital en la que al final simplemente te mueres y toda tu experiencia vital, todas tus vivencias e historias que has oído y escuchado desaparecen contigo y eso me pareció muy miserable y carente de todo sentido. Por otro lado, quería que mi hijo tuviera la posibilidad de saber cosas de su familia en España si es que algún día se interesa por ella. En cierto modo, no quería que la historia oral que mi padre me contaba se perdiera, y haciendo el libro, contactaba de algún modo a mi hijo con su abuelo. Cosas así. Cosas que te da por pensar cuando se muere tu padre y afuera hay veinte grados bajo cero.



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