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Madrid huele a cómic. Desde ayer y hasta mañana se celebra en Ifema la Heroes Comic Con Madrid y en Arganzuela la feria GRAF, menos comercial, más alternativa. A ellas hay que sumar las exposiciones sobre George Herriman, Marcel Dzama y Manuel Garrido en el Museo Reina Sofía, La Casa Encendida y el Museo de Historia de Madrid, respectivamente. Y, sobre todo, la ambiciosa muestra que el Museo ABC dedica, en colaboración con la Obra Social «la Caixa», a la historia del tebeo español. Reunimos en este último a Antoni Guiral, comisario de la exposición, y al ilustrador Javier Olivares para pasar revista al sector, que parece vivir una Edad de Oro: el cómic entra en los museos, el Prado publica una serie centrada en su colección... Incluso goza de un premio nacional. Pero, ¿hay un boom del cómic en nuestro país?

Para Guiral, «en España tendemos a olvidar nuestro patrimonio artístico. Si vas a una librería, no encuentras ediciones de ciertos clásicos de la historieta. Cuando hablas de cómic hay gente que lo identifica solo con “Mortadelo y Filemón”, lo cual está muy bien. Amí me gusta mucho. Creo que Ibáñez ha hecho mucho bien al mundo del cómic. Pero es mucho más que eso. En los 80 hubo cierto boom del cómic, hasta contó con un programa en televisión. Pero empezó a difuminarse y últimamente parece que ha vuelto. Que haya un premio nacional del cómic, Salones en Barcelona, Madrid y La Coruña, implica que al menos, durante esos días, se hable de cómic». Olivares duda de que sea un boom, pero destaca cosas positivas, como la incorporación del adulto como lector: «Hace unos años era impensable. Era un tabú, estaba mal visto. Ahora ves a adultos leyendo cómics en el Metro. Esa anomalía se ha normalizado. Ha sido uno de los grandes hitos. Cuando fui por primera vez al Festival de Angulema me sorprendió que estuviera lleno de adultos. En España solo iban adoslescentes. Los únicos adultos que había eran dibujantes o editores».

«El cómic es industria y es arte. Pero tiene que haber industria para que surja el arte –advierte Antoni Guiral–. Cuanta más industria, más arte habrá». ¿No es una industria, la nuestra, muy de andar por casa? «Sí, es de zapatilla y bata de andar por casa. No ha sido nunca como la norteamericana, la francesa o la italiana. Y no tiene nada que ver con la japonesa». «La industria aún no tiene potencia», apunta Olivares. «La novela gráfica está dando mucho que hablar, pero resulta un gran esfuerzo para el autor. Salvo casos excepcionales, como Paco Roca, que ha roto ese techo. Es como un rompehielos para todos los demás».

Fenómeno de masas

En los años 40 y 50, el tebeo era un auténtico fenómeno de masas, con tiradas de más de 300.000 ejemplares, hoy solo al alcance de Harry Potter y Aramburu. ¿Por qué conectó tanto entonces y por qué dejó de conectar? «Es complicado. Estamos hablando de cultura popular. Y en aquellos momentos las historietas estaban hechas por miembros de la clase popular. ¿Qué opciones de ocio tenían?La radio, las novelas populares y los tebeos. Niños y jóvenes leían esos tebeos, se identificaban con ellos, aprendían de ellos muchas cosas... Eran una ventana al mundo. Se hicieron muy populares. ¿Por qué dejaron de serlo? A partir de 1964, se pueden comprar televisiones a plazos. Los tebeos, en los 60, sufren una censura más rígida. Pero en los 70 los tebeos de Bruguera vendían hasta 200.000 ejemplares», explica Guiral. «Hoy no se puede competir con algo tan poderoso para los chavales como los móviles. Los tebeos tienen un aura antigua, aunque muchos jóvenes los sigan comprando», apostilla el dibujante madrileño.

Parece un milagro que en la era de Twitter, Facebook, los selfies... sobreviva el cómic, que para muchos es una reliquia para nostálgicos, asiduos a la Cuesta de Moyano. «Lo hace porque no compite con eso», advierte Olivares. ¿Se lleva bien el cómic con lo digital? «Puedes encontrar en digital los cómics publicados en papel. Pero es un número muy pequeño. Y luego están los cómics digitales en sí mismos. Para mí, el cómic está ligado al papel», responde Guiral. «El libro es lo que le da sentido», apostilla Olivares.

Guiral reivindica la palabra tebeo: «Cuando me preguntan ¿tú qué eres?, digo siempre: divulgador de tebeos. Para mí, un tebeo es un cómic, también lo es una novela gráfica». Para Olivares, la palabra cómic «tiene un punto más comercial. Parece que un dibujante de cómic es un tío que trabaja en el extranjero, dibuja para Marvel... Y el novelista gráfico, el tipo que hace libros sobre enfermedades raras».

Machismo

Ilustradores como Benjamin Lacombe o Ana de Juan atraen a legiones de fans, como estrellas de rock. ¿Ayuda ese fenómeno al sector? Ambos coinciden en que, «si hay más lectores, habrá más autores españoles y más posibilidades de sobrevivir». Igual ocurre con los superhéroes de Marvel, que copan la gran pantalla, o el éxito arrollador del manga. «Que haya muchas películas inspiradas en cómics, sean de superhéroes o de manga, es positivo. El asentamiento del manga ha beneficiado a la industria –comenta Guiral–, porque atrae a lectores y, sobre todo, a lectoras. Es un tema del que hablamos poco, pero el cómic no ha pensado mucho en las mujeres, en cambio el manga sí. Muchos mangas están hechos por mujeres y para mujeres». ¿El cómic ha sido machista? «Sí, hay que reconocerlo», se lamenta Guiral. «Los que había para mujeres estaban hechos por hombres –añade Olivares–. Hoy es diferente. Hay autoras maravillosas que hacen cosas estupendas en underground, cómic más comercial, humor gráfico...»

¿Hay un cómic propiamente español? «Sí, si lo hay», responde Antoni Guiral. «Aquí influyeron mucho las tiras de prensa norteamericanas, tando de humor como de aventuras, y los tebeos latinoamericanos. Pero tambien hay cosas nuestras. El humor de Bruguera de los años 40 tiene algo del humor de Jardiel Poncela, del surrealismo... Es un humor muy nuestro, muy español, que difícilmente se puede entender fuera».

Ambos destacan el papel del Museo ABC en el fomento del cómic y la ilustración en nuestro país. «Crea una idea de comunidad», advierte Olivares. «Hay que tener no solo medios, también sensibilidad», comenta Guiral. Tintín y Astérix son dos abanderados del género. Cada vez que sale a subasta un dibujo original de Hergé o Uderzo alcanza precios astronómicos. ¿Ser best sellers en el mundo del cómic es un hándicap? «No, que haya hitos es muy positivo. Yo me formé con ellos», dice Olivares. «Son iconos, dos fenómenos comerciales de una calidad indiscutible», según Guiral.

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