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Alfonso Casas (Zaragoza, 1981) también se pregunta a veces si ha tomado las decisiones acertadas. Pero en lugar de recrearse en las dudas y el pasado, ha decidido concentrar sus esfuerzos en su última novela gráfica y calmar los recuerdos de su infancia. El final de todos los agostos es un viaje con pátina nostálgica a aquellos veranos en la playa, las fiestas en la plaza y las personas a las que prometiste amistad eterna. ¿Qué habrá sido de todos ellos?


Las dudas y la curiosidad llevan a Dani, el protagonista de la historia que está a punto de casarse, a coger un autobús y volver a ese pueblo de costa en el que no solo había pasado sus vacaciones. La excusa es realizar un proyecto fotográfico, recreando de nuevo las imágenes que sacó por primera vez, hace ya veinte años. La realidad es comprobar si ha tomado la decisión correcta, dejar de preguntarse cómo hubiese sido su vida si aquel agosto del 97 no hubiese sido el último. ¿El resultado? La mejor novela de Casas hasta la fecha, una historia tierna y universal que se devora demasiado rápido; un atracón melancólico en donde hay un trozo del autor, pero también de nosotros.

¿Qué imagen desencadenó este último cómic?

Hace unos años dibujé una ilustración que decía algo así como “De todos los caminos que no recorrí, el tuyo es por el que más me pregunto”. Ese fue el origen de El final de todos los agostos, que además funciona muy bien como resumen de la historia.

Cuando publicaste Sentimental ya avanzabas que estabas trabajando en él. ¿Cómo fue el proceso de creación?

Estuve más de un año y medio trabajando en este proyecto casi en exclusiva, lo cual me exigió mucho a nivel personal y laboral. Hacía ya cuatro años desde Amores Minúsculos y quería que el resultado supusiera una mejora respecto a este, por lo que me esforcé mucho en el apartado gráfico y a la hora de construir la historia para que así fuera.

El punto de partida de El final de todos los agostos son esos caminos que no hemos recorrido. ¿Hasta qué punto te atormenta?

Intento no perderme demasiado en los caminos que no recorrí, porque si finalmente te decides por uno es para vivirlo, no para preguntarte por los que no escogiste. Todo el mundo tiene dudas, oportunidades perdidas, cosas que dijimos y sobre todo cosas que callamos, y de ahí nace esta historia. Más que preguntarme por lo que estaría haciendo si no me hubiera dedicado a esto, estoy seguro de que si hubiera decidido cualquier otra cosa, a menudo me preguntaría por qué no lo intenté en el mundo de la ilustración.

Últimamente vemos muchos proyectos fotográficos como el que desarrolla tu personaje, esa vuelta al pasado para observar cómo hemos cambiado -por no hablar de que hemos recuperado las camisetas de Curro y Cobi-. ¿A qué se debe este empacho de nostalgia y hasta qué punto -teniendo en cuenta que Dani recibe un ultimátum de su novio si no vuelve a casa a tiempo- es peligroso?

A veces pensamos que cualquier tiempo pasado fue mejor porque teñimos nuestros recuerdos con una pátina de nostalgia que los hacen más cálidos. Por eso en El final de todos los agostos el pasado está representado en color y el presente es más frío. Muchas veces no es tan importante lo vivido sino como lo recordamos, y nuestra memoria nos ayuda a pensar que antes éramos más felices, pero no necesariamente fue así. Y aunque así fuera, pensar demasiado en el pasado (o en el futuro) te alejan de lo único que existe, el presente, que en este cómic está representado por la pareja del protagonista.

¿Cuánto hay de tus veranos en El final de todos los agostos y, en especial, cómo recuerdas el del 97?

No tengo un recuerdo especial del verano del 97, excepto que fue el año en el que murió Lady Di, porque recuerdo estar en la playa y verlo en las noticias. Tengo recuerdos de mi infancia de veranos inconexos, sin saber muy bien cuales van antes o después. Realmente la historia que ocurre en El final de todos los agostos no me pasó a mi (para empezar, nunca aprendí a ir en bicicleta), pero sí está construida a partir de pequeños retales de experiencias reales. Es una historia de amor, de amistad, y sobre todo de ese espacio (a veces doloroso) que queda en medio. En este sentido creo que cualquier lector que se acerque a esta historia puede sentirse identificado, aunque no le haya ocurrido lo mismo que a los protagonistas.

Da la sensación de que tus personajes son un poco inadaptados y, al mismo tiempo, de que se sienten cómodos en esa soledad.

Soy una persona que no tiene miedo a la soledad, y en este momento de mi vida aquello de adaptarse para encajar es una cosa que me pilla muy lejos. Pero de alguna manera, El final de todos los agostos es una conversación (que a veces tenemos pendiente) con nuestro adolescente interior, una forma de decirle que aunque a veces se sintiera inadaptado o incomprendido, al final todo sale bien. Hacer las paces con tu “yo” del pasado te permite vivir el presente con mucho menos peso en la mochila.

Me gusta cuando va a buscar el árbol de su infancia y se encuentra algo totalmente distinto. Personalmente, ¿cómo afrontas los cambios?

Creo que en los cambios grandes me desenvuelvo bien porque entiendo que cuanto antes me ponga a remar a favor, mejor. Es en los pequeños cambios (cuando me retrasan un plan, cuando un trabajo que daba por hecho al final no sale) donde noto que me cuesta un poco más adaptarme que a la gente de mi entorno. Igual cojo algún berrinche, pero se me pasa pronto.

Creo que mi personaje favorito es el señor de las conchas. ¿Cómo lo desarrollaste o en qué te inspiraste?

En una historia principalmente dominada por los sentimientos, me gustaba la idea de crear un personaje que presentara la razón frente a la emoción del protagonista. El viejo de las conchas representa el pasado real, ese que no está teñido por la nostalgia que a veces acaba transformándolo en “ficción”, y de alguna manera enfrenta al protagonista a pensamientos que quizá no quiere oír, pero que existen y a los que tiene que enfrentarse en algún momento.

No sólo tienes una gran presencia en redes sociales, nuestra relación con la tecnología es un tema bastante recurrente en tus viñetas. ¿Cuánto tiene este cómic de desconexión digital?

Las redes son una realidad de nuestro tiempo y no son buenas ni malas, depende del uso que las personas que estamos detrás decidamos hacer con ellas. Personalmente creo que tuvieron un punto de apogeo máximo pero me da la sensación de que poco a poco estamos volviendo al offline. “El final de todos los agostos” habla precisamente de materializar tus dudas, de no dejarlas en una nube y resolverlas, tocarlas, hacerlas reales, que es un poco la misma idea.

Siempre retratas el amor de forma mordaz y un tanto irónica. ¿Eso explica también el final abierto?

El cómic habla de como las dudas del pasado afectan a nuestro presente, y en la vida real hay muchas conversaciones inacabadas, muchos momentos en los que te hubiera gustado actuar diferente, pero son así y a veces hay que asumirlo y dejarlo ir. Por eso cerrar la historia de otra manera me hubiera parecido traicionar esta idea.

Me parece interesante que el lector, a través de su propio viaje al leer el cómic, de alguna manera decida sobre el final de la historia, haciéndola un poco suya. La idea es que de alguna manera el cómic lo empezara yo pero sea el lector quien lo acabe.

Amores minúsculos acabó representándose en el teatro. ¿Te gustaría que El final de todos los agostos cobrara vida también?

La verdad es que me encantaría, no sólo por el hecho de verlo en pantalla, sino por ver la historia a través de la mirada de otra persona.

¿Cómo ves la escena actual? ¿Qué artistas estás siguiendo?

Creo que una parte importante de este trabajo es permanecer en constante aprendizaje y observación. Sigo el trabajo de muchos artistas e ilustradores, pero los que más me interesan, por encima de virguerías gráficas, son aquellos que tienen un estilo propio y algo que contar.

¿En qué estás trabajando ahora?

De momento me gustaría que El final de todos los agostos llegara a la mayor cantidad de gente posible y que de alguna manera esto me permitiera seguir publicando comics, que es mi pasión. Mientras tanto, estoy preparando un pequeño fanzine que me gustaría autoeditar este año, y estoy empezando a trabajar en un nuevo libro, esta vez más cerca de mi trabajo en redes, que si todo va bien podría publicarse en Septiembre.

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